...como centinelas silenciosos en torno a la ciudad toda, hay millares y millares de mortales perdidos en divagaciones oceánicas. Algunos apoyados contra los pilotes; otros sentados en las escolleras; otros mirando más allá de las amuras de naves llegadas desde China; otros en lo alto de los aparejos, como empeñados en obtener una vista aun más amplia del mar. Pero todos son hombres de tierra firme: durante la semana, están encerrados entre cuatro paredes, atados a mostradores, clavados en bancos, pegados a escritorios. ¿Qué ha ocurrido? ¿Han desaparecido las verdes praderas? ¿Qué hacen aquí estos hombres?
Pero ¡miren ustedes! Llega aun más gente. Todos avanzan hacia el agua y parecen resueltos a zambullirse. ¡Qué extraño! Nada los contentaría tanto como el límite extremo de la tierra; no les basta vagabundear a la sombra de los depósitos que rodean el puerto. No. Tienen que acercarse todo lo posible al agua, sin caer en ella. Y ahí se quedan, inmóviles, en una extensión de millas, de leguas. Todos hombres de tierra adentro: afluyen por sendas y callejas, por calles y avenidas... Desde el norte, el este, el sur, el oeste. Y sin embargo, aquí se reunen todos."