Obediencia
A principios de los años 60, Adolf Eichmann fue juzgado y condenado a muerte como responsable directo de la solución final y los transportes de deportados a los campos de concentración alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. El principal argumento de Eichmann era que en su participación en el Holocausto se limitó a ser un simple ejecutor de órdenes:
-'No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia.'
Un año después, Stanley Milgram, un psicólogo norteamericano comenzó a investigar acerca de la obediencia a la autoridad y del planteamiento de si cualquiera de nosotros seríamos capaces de llegar a la tortura y el asesinato sólo por cumplir órdenes. Creó un experimento en el que, contra todo pronóstico, se llegó a conseguir que sujetos normales, bajo la excusa de obedecer a la autoridad, llegaron a torturar a otras personas hasta límites letales.
-'No perseguí a los judíos con avidez ni con placer. Fue el gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, sólo podía decidirla un gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia.'
Un año después, Stanley Milgram, un psicólogo norteamericano comenzó a investigar acerca de la obediencia a la autoridad y del planteamiento de si cualquiera de nosotros seríamos capaces de llegar a la tortura y el asesinato sólo por cumplir órdenes. Creó un experimento en el que, contra todo pronóstico, se llegó a conseguir que sujetos normales, bajo la excusa de obedecer a la autoridad, llegaron a torturar a otras personas hasta límites letales.
Durante el experimento, a cada participante le era presentado un supuesto sujeto y se le pedía que le leyera una serie de palabras que éste tenía que repetir de memoria. Si el sujeto cometía una falta, debía ser castigado con una descarga eléctrica administrada por el participante. Cada error sucesivo producía una descarga de mayor voltaje, que llegaba a alcanzar niveles cada vez más dolorosos: empezaba con 12V y, gradualmente, se elevaba hasta los 450V. Cuando esto sucedía, el sujeto se ponía a gemir, gritar, a suplicar perdón y a retorcerse por el suelo agonizante. Lo que el participante no sabía era que las descargas eléctricas no eran reales y el sujeto del experimento era un actor. Si el participante se mostraba reacio o expresaba al investigador su deseo de no continuar haciendo lo que le pedían, un supervisor, de aspecto severo y enfundado en bata blanca, le indicaba imperativamente y según el grado:
-'¡Continúe, por favor!'
-'¡El experimento requiere continuar!'
-'¡Es absolutamente esencial que usted continúe!'
-'¡Usted no tiene opción alguna! ¡Debe continuar!'
Si llegados a este punto el participante seguía negándose a continuar, el experimento terminaba sin mayores consecuencias. Sin embargo, a pesar de que ninguno de los participantes fue forzado a hacer nada ni amenazado con represalias, que todos pararon en algún punto del experimento, lo cuestionaron e incluso muchos declararon haberse sentido incómodos al hacerlo, los resultados del experimento fueron tan inesperados como desconcertantes:
-Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de llegar a los 300V, estado en el que el sujeto comenzaba a tener estertores previos al coma.
-El 65% de los participantes administraron el voltaje letal de 450V.
En 1999 fue publicado un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces en el que se concluía que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios.
-'¡Continúe, por favor!'
-'¡El experimento requiere continuar!'
-'¡Es absolutamente esencial que usted continúe!'
-'¡Usted no tiene opción alguna! ¡Debe continuar!'
Si llegados a este punto el participante seguía negándose a continuar, el experimento terminaba sin mayores consecuencias. Sin embargo, a pesar de que ninguno de los participantes fue forzado a hacer nada ni amenazado con represalias, que todos pararon en algún punto del experimento, lo cuestionaron e incluso muchos declararon haberse sentido incómodos al hacerlo, los resultados del experimento fueron tan inesperados como desconcertantes:
-Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de llegar a los 300V, estado en el que el sujeto comenzaba a tener estertores previos al coma.
-El 65% de los participantes administraron el voltaje letal de 450V.
En 1999 fue publicado un análisis de todos los experimentos de este tipo realizados hasta entonces en el que se concluía que el porcentaje de participantes que aplicaban voltajes notables se situaba entre el 61% y el 66% sin importar el año de realización ni la localización de los estudios.
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