Dormirse en el autobús
La mejor forma de dormirse es no querer hacerlo. Vas en el autobús cansado pero intentando conservar el orgullo cuando empiezas a notar los parpados cada vez más pesados, muy pesados. Y empieza una lucha interna entre la Razón y el Subconsciente digna de 'El hombre y la tierra':
S: - Pero duérmete, que es lo mejor para ti, mira yo me quedo alerta y cuando llegue tu parada te aviso...
R: - No te duermas, toda esta gente te está mirando...
S: - Quien te va a mirar a ti con esa chica que hay al fondo del bus...
R: - Acuérdate de la babilla que se te cae cuando duermes...
Y este es un motivo de peso para luchar con uñas y dientes para no dormirte. Esta lucha suele durar 10 o 15 segundos, cortos pero muy intensos. Y entonces te quedas dormido. Y no es un sueño normal, porque si fuera un sueño normal comenzaría en una fase leve y al cabo de unas horas sería la fase de sueño profundo, pero como el cuerpo humano es muy sabio, se salta todas las fases previas y pasas de estar despierto y leyendo el periódico del de delante a estar completamente dormido, aislado del exterior y ya pueden pasar por delante tuyo los sanfermines con chupinazo incluido que no te despierta nadie.
Es entonces cuando el Subconsciente, sí, ese que se quedó alerta para avisarte de la parada, te despierta como diciendo:
S: - Ups, lo siento me despisté...
Porque siempre pasa, te despierta para que puedas ver como se cierran las puertas en la parada que tenías que bajarte. Y ahora viene lo bueno, porque no ha despertado a todo tu cuerpo, solo ha despertado al ojo derecho y a medio cerebro así que, como movido por un resorte, con la gracilidad de robocop sin engrasar y la impresión de que nunca más volverás a tener el control completo de los músculos del cuello, sales disparado del asiento y se te olvida que sobre las piernas tienes papeles como para empapelar la Gran Vía, tu mano sigue dormida así que justo al levantarte y, como si estuvierais imantados con el mismo polo, todos los papeles se alejan de ti a los rincones más alejados del autobús.
El conductor, que es como el Gran Hermano que todo lo ve, ya había comenzado a cerrar las puertas pero vuelve a abrirlas. Última oportunidad, así que decides sacrificar los papeles más lejanos: -"Esos ya me los sé". Recoges lo que puedes y das dos o tres traspiés con la cabeza a la altura de la cintura como si fueras a embestir la puerta a cabezazos y en ese momento, se acabó la gracia del conductor y cierra las puertas.
El Subconsciente ha conseguido despertar al resto del cuerpo, especialmente al sentimiento de vergüenza que se dispara y te entra el momento digno. Te quedas al lado de la puerta como si nada hubiera pasado mirando a la gente, que ahora sí que te mira, con cara de: -"Esa no era mi parada, yo es que siempre me levanto así". Además te duele ligeramente la cabeza como si antes de dormirte te hubieras bebido varios litros de vodka que hubieras destilado con prisa y sin saber muy bien como hacerlo, pero eso sí con mucha dignidad. En la siguiente parada te bajas, vas a la otra acera y esperas al autobús que va en dirección opuesta.
Te sientes como un imbécil y te prometes a ti mismo que nunca más volverás a dormirte en el autobús. Pobre Infeliz.
S: - Pero duérmete, que es lo mejor para ti, mira yo me quedo alerta y cuando llegue tu parada te aviso...
R: - No te duermas, toda esta gente te está mirando...
S: - Quien te va a mirar a ti con esa chica que hay al fondo del bus...
R: - Acuérdate de la babilla que se te cae cuando duermes...
Y este es un motivo de peso para luchar con uñas y dientes para no dormirte. Esta lucha suele durar 10 o 15 segundos, cortos pero muy intensos. Y entonces te quedas dormido. Y no es un sueño normal, porque si fuera un sueño normal comenzaría en una fase leve y al cabo de unas horas sería la fase de sueño profundo, pero como el cuerpo humano es muy sabio, se salta todas las fases previas y pasas de estar despierto y leyendo el periódico del de delante a estar completamente dormido, aislado del exterior y ya pueden pasar por delante tuyo los sanfermines con chupinazo incluido que no te despierta nadie.
Es entonces cuando el Subconsciente, sí, ese que se quedó alerta para avisarte de la parada, te despierta como diciendo:
S: - Ups, lo siento me despisté...
Porque siempre pasa, te despierta para que puedas ver como se cierran las puertas en la parada que tenías que bajarte. Y ahora viene lo bueno, porque no ha despertado a todo tu cuerpo, solo ha despertado al ojo derecho y a medio cerebro así que, como movido por un resorte, con la gracilidad de robocop sin engrasar y la impresión de que nunca más volverás a tener el control completo de los músculos del cuello, sales disparado del asiento y se te olvida que sobre las piernas tienes papeles como para empapelar la Gran Vía, tu mano sigue dormida así que justo al levantarte y, como si estuvierais imantados con el mismo polo, todos los papeles se alejan de ti a los rincones más alejados del autobús.
El conductor, que es como el Gran Hermano que todo lo ve, ya había comenzado a cerrar las puertas pero vuelve a abrirlas. Última oportunidad, así que decides sacrificar los papeles más lejanos: -"Esos ya me los sé". Recoges lo que puedes y das dos o tres traspiés con la cabeza a la altura de la cintura como si fueras a embestir la puerta a cabezazos y en ese momento, se acabó la gracia del conductor y cierra las puertas.
El Subconsciente ha conseguido despertar al resto del cuerpo, especialmente al sentimiento de vergüenza que se dispara y te entra el momento digno. Te quedas al lado de la puerta como si nada hubiera pasado mirando a la gente, que ahora sí que te mira, con cara de: -"Esa no era mi parada, yo es que siempre me levanto así". Además te duele ligeramente la cabeza como si antes de dormirte te hubieras bebido varios litros de vodka que hubieras destilado con prisa y sin saber muy bien como hacerlo, pero eso sí con mucha dignidad. En la siguiente parada te bajas, vas a la otra acera y esperas al autobús que va en dirección opuesta.
Te sientes como un imbécil y te prometes a ti mismo que nunca más volverás a dormirte en el autobús. Pobre Infeliz.
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